No pretendo hacer una guía Michelín de los mejores restaurantes de la India (no creo que haya ninguno decente), ni conocer las más que seguras delicias culinarias propias de este país (no me interesa); escribo esto sólo para hacer una descripción de los usos y costumbres a la hora de comer de esta gente tan pintoresca.

Lo primero: aquí en la India (en mitad de la nada) son muy suyos, y es lógico que no conozcan las costumbres europeas, ni mucho menos las españolas, y que por lo tanto no dispongan de las comidas o ingredientes propios nuestros. Al tratarse este sitio de un lugar en mitad del campo, la cultura europea no les ha llegado, así que no pretendas encontrar una paella, unos huevos rotos o un gazpacho, aún cuando este sitio es una ciudad de 300.000 habitantes.

Aquí te vas a encontrar con la comida típica hindú: la base es el arroz, pero no el arroz “del bueno”, de ese que absorbe los sabores de la bajoqueta, el pollastre, el conejo,y el garrofó, no, aquí tienen el arroz ese largo, que dicen que no se pasa, pero que sí se pasa. El plato típico consiste en un par de cucharones de arroz y una salsa de verduras, más o menos picante, echada por encima. Un arroz blanco con tomate de toda la vida, pero al echarles otras especias, pues sabe distinto.

Para alegrar el día cuentan ocasionalmente con la carne de pollo como base para las proteínas. El cordero (cabra, más bien) se reserva para ocasiones más selectas, fiestas y demás.

Hasta aquí, nada del otro mundo: una cultura distinta con una comida distinta.

El problema es cómo preparan esa comida.

Para empezar, todo pica. Bueno, para ser rigurosos, lo picante es un concepto relativo. Lo que para uno es “un puntito de picante” para otro abrasa. Pues bien, para los hindúes cuando pides una comida sin picante (“not spicy, please”, aprendeos esas palabras y repetidlas como un mantra allá a donde vayáis) te la ponen con mucho picante, y cuando la pides con picante… no sé qué pasará, la pienso pedir el último día en que esté aquí, a ver qué me ocurre). No es que sean tan cabrones que te ponen picante aún cuando les has especificado muy claramente y por triplicado que no quieres el picante (que también puede ser), es que, como fríen / cocinan / preparan todo en la misma mesa de trabajo, con los mismos aceites, con las mismas manos (sí, con las manos, ahora hablaré de ello), pues el mejunje que usan para las cosas picantes acaba pasando a lo no picante, así que de acabas comiendo picante por cojones. Para evitar el picante los truquitos son beber leche (nada aconsejables por estas tierras, a saber qué mamífera han ordeñado) y tomar unas bolitas de azúcar que te sirven al final de la comida. El dulzor del azúcar neutraliza el picante y puedes seguir viviendo unas horas más. Lo he probado y funciona.

Lo más importante en cuanto a la comida son las condiciones higiénicas con las que se ha preparado lo que comes. La ausencia de dichas condiciones higiénicas, más bien.

Si os ponen un plato, antes de que os sirvan la comida en él haced la prueba del algodón con una servilleta. Sistemáticamente el plato en el que te sirven las delicias hindúes (es decir, un puto arroz blanco con kétchup picante) va a estar sucio. Siempre. De manera similar ocurre con los vasos o los cubiertos. Así que imaginaos cómo serán los entresijos de una cocina hindú. Chicote saldría de allí blanco del susto.

Harto ya de tanto arroz (para que un valenciano diga que pasa del arroz, imaginaos cuán de harto debe estar), solicito una noche que me hagan un hervido. Explico con mi inglés macarrónico en qué consiste este exótico plato “chu boiled poteitos and güan boiled onion, plis”, y al cabo de media hora me traen dos patatas hervidas pero frías (¡¿?!), hervidas con la piel (quedaban restos), y una cebolla roja dura de esas de hacer aperitivos, mal hervida. Cuando les pido aceite y vinagre, me traen un cuenquito con aceite de la freidora, con sus motitas negras flotando, suspendidas e ingrávidas. Afortunadamente, la sal seguía siendo cloruro de sodio, como en España.

El agua que pedimos siempre es embotellada. Ello no quiere decir que sea natural o de manantial, no. De hecho, se especifica claramente que el agua es agua desosmotizada, o tratada, o no sé qué. Beber de esa agua no garantiza la impunidad frente a contaminación bacteriana, pues el resto de la comida es “lavada” con agua del grifo, la cual es una exuberante fuente de diversidad animal y vegetal.

Un día decidí llevarme comida del restaurante a la obra, para no comer el rancho que sirven a los hindúes. Pues bien, al cabo de sólo unas horas el arroz estaba pasado, avinagrado, con sabor a limón. En ese momento entendí por qué les gusta tanto el picante a los hindúes. No se trata de una cuestión cultural. La comida se sirve con tantísimo picante para enmascarar el sabor a podrido. Así de sencillo.

Con semejantes circunstancias, uno se teme lo peor. Cuando el primer días en el que llegas a la India haces de traductor en un hospital para otro expatriado gallego, que tiene una intoxicación por comida; cuando absolutamente todos los españoles con los que hablas han acabado con diarrea; cuando el tema de conversación en las comidas es qué medicamento es mejor para cortarla; cuando hay gente que lleva anotadas el número de deposiciones cada día… sabes que aquello no puede acabar bien. Sabes que antes o después vas a pasar por el aro y te va a tocar.

Es triste conocer tu destino, pero saberlo te permite afrontarlo con valor y entereza. Por respeto al lector dejaré sin relatar los aspectos más íntimos de mi vida acaecidos los últimos días.

Pues bien, todo lo aquí contado no deja de ser una nimia anécdota respecto a lo que viene a continuación. Los hindúes comen con las manos. Perdón, corrijo. Los cerdacos de los hindúes comen con las putas manos. Sí, amiguitos, sí. No es que sean pobres como ratas y no tengan para comprarse un puñetero tenedor, es que les gusta comer así. El procedimiento viene a ser el siguiente: cogen el arroz blanco y le echan la salsa por encima, y a continuación comienzan a amasarlo con la mano (la derecha, por supuesto, la que utilizan para saludarte (la izquierda es peor, ya veremos por qué), hasta formar una pasta de color uniforme, amarillento a más señas. En ese momento se echan un pegote de masa a la boca, rechupeteándose los dedos, y repiten el proceso hasta que se han acabado el plato. Ojalá hubieran amasado y vibrado el hormigón de la obra con tanto esmero, ahora no tendríamos tantos problemas.

Seguro que es algo cultural. Nosotros también tenemos la costumbre de comer de un mismo plato (véase la paella o la ensalada). Nosotros también agarramos un costillar de cerdo y damos buena cuenta de él cogiéndolo con las manos (personalmente lo encuentro más delicioso que si lo deshuesara con cuchillo y tenedor), pero a nadie en sus santos cabales se le ocurriría seguir comiendo el arroz de la misma manera. Es que es más incómodo, ostias.

Aún siendo algo cultural, resulta extraordinariamente extraño (léase repugnante) ver cómo el ingeniero con el que has estado teniendo un sesudo debate técnico horas antes, esté amasando arroz cocido con la mano derecha mientras con la izquierda se limpia la roña de los pies.

Para finalizar, me permito dejar algunos consejos para el viajero que decida venir a la India en cuanto a las comidas se refiere:

  1. No venir a la India. Aquí no hay absolutamente nada que hacer o ver.
  2. Traer tu propio juego de cubiertos (estilo navaja suiza), plato y vaso, como de los de ir de camping, y no fregarlos con agua del grifo.
  3. Llenar la maleta de latas de fabada. Si vas a estar 30 días aquí, pues 60 latas de fabada, una para la comida y otra para la cena. El problema intrínseco de las legumbres no creo que sea un inconveniente para gente que considera de buen gusto eructar en público.
  4. Traer sales minerales, tipo Gatorade, Aquarius o incluso el mítico Tang, para añadir al agua y no acabar deshidratado.
  5. Pedir las cosas fritas. Con suerte la fritura quemará los bichos del agua con que ha sido lavada la comida.
  6. Abrir tú mismo las botellas. No echarte ningún tipo de salsa que no hayas desprecintado tú mismo, porque probablemente sido rellenada en la cocina con restos de la comida de otro.
  7. Extrapolar lo aquí contado a cualquier restaurante hindú, paquistaní, marroquí o kebab que pudiera haber en España. Avisados estáis.
  8. No venir a la India. Sí, sé que lo he dicho, pero quiero recordarlo porque es único consejo que realmente funciona.

P.D.: “Comida en mal estado” se dice en inglés “Poisoned food”. Lo utilizaréis tanto como el “not spicy, please”.